Las redes sociales se paralizaron cuando aparecieron imágenes de lana de rey sirviendo ‘waffles’ en un restaurante, pero por muy sorprendentes que fueran esas instantáneas, lo realmente inquietante no fue que la cantante, en un giro inesperado, fuera camarera, sino que no es la única celebridad que cambia la alfombra roja por la delantal. Por unas horas, por supuesto. Sí: lo último en términos de advertising and marketing es convencer a los famosos de que prueben las dulzuras del salario mínimo, como ya hemos visto Ben Affleck haciendo lo mismo en un Dunkin Donuts (luego resultó ser un anuncio del Tremendous Bowl, pero su equipo de relaciones públicas se aseguró de que pareciera su nuevo trabajo), Ed Sheeran en The Wieners, David Letterman en un supermercado (cargo que ocupó antes fama) e incluso el Príncipe William en Sorted Meals sirviendo hamburguesas inspiradas en los ganadores del Premio Earthshot.
La verdadera pregunta es qué objetivo buscan los equipos de relaciones públicas de los famosos cuando hacen que sus clientes ocupen esos puestos que en Estados Unidos son conocidos por sus condiciones precarias (y sus paupérrimos salarios) para sorpresa de sus habituales. Sin duda, este ejercicio de advertising and marketing, que busca hacernos ver que los famosos son como nosotros, no deja de ser un escollo repetido con el que los famosos se distancian aún más de los mortales. Si durante el confinamiento ya intentaron demostrarnos que todos estábamos en la misma situación subiendo vídeos en sus mansiones en los que se quejaban de sentirse enjaulados, mientras tantos miraban atónitos sus vídeos desde sus estudios, este último movimiento lo es aún menos. creíble y más perjudicial. De hecho, el hecho de que figuras como James Corden y Hailey Bieber hayan sido acusadas de maltratar a los camareros hace que estos trucos publicitarios orquestados sean aún más vergonzosos.
Entre los impactos sociales del coronavirus encontramos el repentino desmantelamiento de la adoración de celebridades. Las celebridades son embajadoras de la meritocracia; pero el sueño de la movilidad de clases se disipó con asombrosa velocidad cuando el mundo se detuvo y ellos intentaron empatizar con el resto desde sus mansiones palaciegas. La mejor prueba de ello fue la extensión del hashtag #guillotine2020. Ya no estamos encerrados, pero el juego de fingir ser mortales sigue vigente, despertando más antipatías que abrazos.
El ‘match’ entre famosos y comida
Lo que está claro es que el vínculo entre los alimentos y los nombres conocidos es poderoso y siempre intenta ser explotado para lograr grandes resultados. Por eso no es raro que cadenas de comida rápida lancen menús (supuestamente) ideados o avalados por famosos, como fue el caso de padre, a quién no le importó promocionar una buena hamburguesa con further de queso, papas fritas con mucho ketchup, McNuggets de barbacoa y un Mini McFlurry de Oreo a pesar de ser celíaco. “Si piensas en el goal en el que nos centramos, que es la juventud y la cultura juvenil, es el espectro en el que se mueven sus followers, así que tiene sentido”, explicó el vicepresidente de advertising and marketing para Estados Unidos de McDonald’s sobre el partido. entre Travis Scott y las cadenas de restaurantes rápidos más famosas del mundo.
Estas parejas culinarias van más allá, hasta el punto de que cada vez son más los famosos que cuentan con sus propios productos alimentarios. Es más: Ed Sheeran ya tiene sus salsas con Heinz, ¿y nos hemos olvidado del gazpacho de Belén Esteban? Sí, ¡hasta Bertín Osborne tiene de todo, desde aceite de oliva hasta cervezas!
También es importante señalar que los medios de comunicación se aseguran de hablar extensamente sobre cuáles son las comidas favoritas de las celebridades en nuestros restaurantes sin cita previa. Sabemos que en In-N-Out Burger, Kim Kardashian pide una hamburguesa vegana con cebolla y patatas fritas, que en McDonald’s Zendaya siempre pide un McFlurry y el último en dejarnos en piedra ha sido Mark Zuckerberg, Cube que entrena tanto que necesita comer 4.000 calorías al día, por lo que en McDonald’s pide 20 nuggets, una hamburguesa de un cuarto de libra, papas fritas grandes, un Oreo McFlurry, pastel de manzana y algunas hamburguesas con queso “para más tarde”.
En teoría, debería hacernos sentir bien con nosotros mismos saber que los famosos comen no sólo en lugares exclusivos, sino también en restaurantes en los que todos hemos estado, y quizás deberíamos sentirnos mejor sabiendo que han vivido en sus propias carnes lo que es. Le gusta trabajar frente al público en puestos de salario mínimo después de haber alcanzado la fama. Como si al hacerlo tuvieran un mensaje revelador que les incitara a intentar cambiar las cosas y luchar por mejorar los derechos de los trabajadores. Por eso es más loable que Barack y Michelle Obama produzcan la serie documental de Netflix a la que da voz el expresidente que servirnos unas bravas. Hablamos sobre ‘Trabajo: Lo que hacemos todo el día’, en el que se exploran las condiciones laborales de diversas personas, obra que surge del libro ‘Trabajar’, de Studs Terkel; una obra que revolucionó el debate público sobre el trabajo y en la que se preguntaba a personas comunes y corrientes qué hacían a lo largo del día, una obra que inspiró a Barack cuando estudiaba y que ahora se refleja en Netflix.
Queridas celebridades, si quieren sentirse como ciudadanos comunes y corrientes, no nos atiendan hamburguesas. Ayúdanos a cambiar las condiciones de trabajo y luego, si quieres, cómpranos algunas pepitas.