Estas son las razones por las que es tan difícil resistirse a la comida chatarra a pesar de saber que es mala para la salud.
Aunque pueda parecer que vamos en contra de nuestra propia supervivencia, nuestro cerebro está diseñado para favorecer la ingesta de alimentos hiperpalatables, aquellos ricos en grasas y azúcares, que contienen un alto aporte energético y, por tanto, nos ayudan a alcanzar nuestros requerimientos energéticos.
Uno de los grandes misterios cotidianos es por qué nos atrae tanto la ‘comida chatarra’, aunque sabemos con absoluta certeza que destruye nuestra salud. Porque aunque solo sea por esoInstinto de supervivencia que nos aleja de posibles peligros para nuestra integridad física (o debería), la cosa sería que ‘esa luz roja’ se encendiera también cada vez que fuéramos a abalanzarnos sobre las ‘grasas malas’, dulces, alimentos ultraprocesados, and many others.
Sin embargo, esto no sólo no sucede, sino que, para colmo, hay algo que brota en nuestro inside y que nos empuja a atiborrarnos de lo que no es bueno para nosotrosseducirnos por ese inmenso placer que comienza en nuestras papilas gustativas y luego se extiende por todo nuestro cuerpo.
¿Por qué nos pasa esto? ¿Por qué vamos en contra de ‘nuestra supervivencia’? ¿O será que, sin darnos cuenta, lo que estamos haciendo es escuchar la llamada de nuestro yo más primitivo? Miguel López Moreno, dietista-nutricionista, physician en Ciencias de los Alimentos (CIAL) y profesor de las universidades Francisco de Vitoria (UFV) y Camilo José Cela (UCJC) de Madrid, nos aporta información clave para entender este embrollo. “Nuestro cerebro está diseñado para promover la ingesta de alimentos hiperpalatablesaquellos ricos en grasas y azúcares, que contienen un alto consumo de energía y, por tanto, nos ayudan a alcanzar nuestros requerimientos energéticos.
Pero la cosa no queda ahí. Es que, más allá de que visualizar una hamburguesa XXL con further de cheddar pueda atraernos de forma (casi) irresistible, hundirle el diente provoca una sensación muy placentera. “Comer nos produce placer y esto se debe a que en el cerebro se identifican diferentes áreas, conocidas como sistema de recompensa, que se comunican a través de neurotransmisores como la dopamina y los péptidos opioides. Este sistema cerebral se activa no sólo cuando comemos, sino también ante la presencia de estímulos relacionados con la comida. De este modo, Salivamos cuando olemos el agradable olor a pan recién horneado o sentimos la necesidad de comer algo mientras vemos nuestro programa de cocina favorito. aunque cenamos hace poco”, cube López Moreno.
Todo este mecanismo explicaría también por qué la forma en que comemos depende de nuestro estado emocional. “En situaciones de estrés solemos recurrir a alimentos que nos dan placer (por ejemplo, el chocolate) como mecanismo para atenuar ese estado. Sin embargo, esto puede resultar contraproducente, porque estos efectos son muy efímeros y, en la mayoría de los casos, agravar el estado inicial de malestar (por culpa por falta de autocontrol)”.
Y lo peor de todo es que ni siquiera somos conscientes de lo adictivos que pueden llegar a ser todos estos alimentos ricos en grasas, azúcares, sal, potenciadores del sabor, and many others. “En los últimos años se habla de que el azúcar es adictivo por el placer que nos proporciona comerlo. Un interesante estudio encontró que Los alimentos que combinan un alto contenido en azúcares y grasas activan en mayor medida estas áreas del cerebro relacionadas con la sensación de placer. “Es un mecanismo evolutivo para reforzar una conducta decisiva para la supervivencia humana (recordemos que la nutrición es una función básica del ser humano)”.
En su opinión, “el problema está en la ambiente obesogénico en el que nos encontramos inmersos, con una exposición continua a alimentos diseñados para inducir esta bono de gran tamaño“.
Este especialista cuenta cómo “Michael Moss, en el libro ‘Junk Meals Addicts’, profundiza en las estrategias de la industria alimentaria y desarrolla las término ‘punto de felicidad’, entendido como la combinación óptima de grasa, azúcar y sal capaz de maximizar la palatabilidad del alimento y, por tanto, que el producto tenga una gran aceptación entre el consumidor.
Para encontrar un ejemplo de esta bomba para nuestra salud no hace falta buscar en las estanterías de los supermercados. “Un alimento tan cercano como las patatas fritas es un claro ejemplo de ello.ya que combina carbohidratos (de patatas), el gordo (de aceite para freír) y sal (agregado más tarde)”.
Miguel López Moreno, nos advierte que “otros Productos que concebimos como azucarados. (galletas, bollería, and many others.), si revisamos su etiquetado podemos corroborar cómo, además de un alto contenido en azúcar, también Contienen una cantidad importante de grasas y sal. (utilizado por su función tecnológica, ya que realza el sabor del producto)”.
Si racionalmente somos conscientes de que nos hace daño, ¿por qué caemos en su trampa? “Si tuviéramos una respuesta para esto tendríamos la solución definitiva para la obesidad, los trastornos alimentarios y las múltiples enfermedades relacionadas con la alimentación. En términos generales, la recomendación sería Priorizar en nuestra dieta los alimentos no procesados o mínimamente procesados y mantener una relación adecuada con los alimentos.. Sin embargo, las acciones individuales se complican cuando el contexto y la realidad particular person hacen muy difícil llevarlas a cabo.”
Con esto, continúa, quiere decir que “se requieren acciones a todos los niveles y, principalmente institucional, para promover la mejora de la nutrición y, en definitiva, de la salud pública”. Un claro ejemplo, señala, es “el caso de ‘Proyecto Karelia del Norte’, una región de Finlandia que, en la década de 1960, tenía tasas de mortalidad extremadamente altas por enfermedades cardiovasculares. Ante esta situación, las autoridades gubernamentales llevaron a cabo iniciativas con el fin de reducir los niveles de colesterol plasmático, la presión arterial y el tabaquismo a través de cambios en el estilo de vida“.
Estas medidas, cube, “causaron La industria alimentaria se vio obligada a reformular los productos, que los mensajes transmitidos por los medios promovían el logro de los objetivos establecidos y que el entorno laboral y social period proclive a todo esto”. Con toda esta poderosa maquinaria en funcionamiento, “los resultados fueron sorprendentes, ya que se logró reducir la mortalidad por enfermedad coronaria en un 84% en hombres adultos. Este ejemplo es una valiosa lección sobre la importancia que juega el medio ambiente en promover un estilo de vida saludable“Tomemos nota…
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