Cómo Murakami se inspira en la gastronomía para escribir sus novelas
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las novelas Dejan un sabor en la boca. En España muchos descubrimos al escritor japonés que acaba de ganar el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2023, Haruki Murakami, por su novela Azul de Tokio (madera de Noruega). Una novela muy japonesa, pero a la vez muy international que muestra la incomprensión del mundo por parte de muchas personas. Llegó en el verano de 2005 y dejó en mi paladar un claro recuerdo a pepino y nori. Podría haber disfrutado del sabor de una soba, con el sabroso bentō o con el de umeboshi -albaricoque japonés encurtido y no ciruela, como aclara Roger Ortuño en su diccionario gastronómico Oishii-, pero el pepino desnudo sin arroz envuelto en alga nori y remojado en salsa de soja fue el que se me quedó grabado. Un bocado simbólico de una vida sin esperanza: sin arroz no hay nada.
“NO HAY MISOSHIRU SIN SOJA, NI MURAKAMI SIN MISOSHIRU”
Para el experto en literatura japonesa Carlos Rubio, la comida es uno de los temas más consistentes y llamativos de su obra. en su libro El Japón de Murakami Incluso afirma que “no hay misoshiru sin soja, ni Murakami sin misoshiru” y en sus cuentos pierde la cuenta de las veces que sus personajes se llevan a los labios un plato de sopa de miso. Vida cotidiana y rutina que son parte indispensable de la literatura japonesa en basic y de la de Murakami en explicit.
La cocina tiene tanto espacio, que hace 23 años el periodista Ame Okamoto inició un membership de lectura llamado “Leer a Haruki Murakami en la cocina” del que salió en 2012 un recetario -sólo publicado en japonés- que cuenta con más de una treintena de recetas. para los platos que aparecen en su prolífica obra. Muchas son propias de la cocina japonesa, pero también incluye recetas de la cocina internacional como los espaguetis. Este plato incluso protagoniza un cuento en Salsa Ciega, Mujer Durmiente que se titula “El año de los espaguetis” y que comienza con la gran frase: “En 1971 hice espaguetis para vivir y viví para hacer espaguetis”. La metáfora continúa con “el vapor que salía de la olla de aluminio period mi orgullo, la salsa de tomate que hervía a fuego lento en la olla haciendo chup! ¡chup!, mi esperanza”.
Murakami combina música y comida como único gesto actual en un mundo de autómatas y fantasmas
El autor del recetario inspirado en las obras de Murakami asegura que en Azul de Tokio Aparece la mejor cocinera de toda la literatura de Murakami, Midori, que aprendió a cocinar gracias a un libro de cocina al estilo Kansai que fue estudiado al detalle.

Tanto Watanabe, protagonista de esta novela, como el propio Haruki Murakami son originarios de esta zona, situada en el centro de Japón, que incluye las prefecturas de Kioto, Osaka, Nara, Wakayama, Mie, Hyōgo y Shiga. El menú de Midori, elaborado en este estilo, incluye “caballa en vinagreta, una espesa tortilla japonesa, Sawara marinado (pescado parecido al atún), berenjenas hervidas, sopa de hierbas acuáticas, arroz con champiñones y rábanos finamente picados y curados en salmuera”. y muchas semillas de sésamo esparcidas encima”.
La narración se detiene en el movimiento de la cocinera que “movía su cuerpo con agilidad y destreza mientras realizaba cuatro tareas al mismo tiempo. Al verla uno pensaba que estaba saboreando lo que se cocinaba en la cazuela (…) De espaldas, recordaba a un percusionista indio. De esos que, mientras suenan campanas, golpean una tabla y golpean unos huesos de búfalo de agua. Todos sus movimientos fueron rápidos y precisos, el equilibrio perfecto”.
Murakami combina música y comida como único gesto actual en un mundo de autómatas y fantasmas. Y la bebida es el escape. Mucha cerveza fría y grandes cantidades de whisky corren por las venas de su literatura, en la que también bebe mucho té, café y algo de sake.

En Los mundos de MurakamiJusto Sotelo asegura que el autor “utiliza signos de carácter histórico, literario, cinematográfico, musical, culinario o sexual”, pero el hambre es también otro de sus símbolos. En Ataque a panaderías La maldición del hambre insaciable se apodera de una pareja mientras Wagner toca.
Estos días de verano de 2023 los he releído Azul de Tokio y ahora el sabor que me deja es otro: el de un sukiyaki, un guiso que se prepara al estilo Kansai salteando primero la carne. Luego se sumerge con las verduras en un caldo con una mezcla de dashi, salsa de soja y mirin. Y comen “sin apenas hablar”, picando con los palillos todavía con los acordes de una fuga de Bach en el aire, uniendo Oriente y Occidente.