Alberto Requena: Cariños y gastronomía
La comida, como la música y el arte, tiene el poder innato de evocar emociones. Por tanto, no es exagerado decir que el acto de comer no es sólo una necesidad biológica, sino también una experiencia emocional y social. Desde un punto de vista evolutivo, la comida y las emociones están intrínsecamente ligadas. Los alimentos sabrosos y nutritivos tienden a provocar una respuesta emocional positiva, mientras que los alimentos nocivos o en mal estado nos provocan disgusto. Esta relación emocional con la comida ha jugado un papel essential en la supervivencia de nuestra especie.
Con el tiempo, nuestra conexión con la comida ha evolucionado para abarcar un espectro más amplio de emociones. Pueden desencadenar una variedad de emociones, desde consuelo hasta nostalgia, alegría y tristeza. Como ejemplo, una taza de chocolate caliente, que puede evocarnos una sensación de calidez y seguridad, recordándonos los fríos inviernos de la infancia, mientras que el sabor agridulce de un limón puede recordarnos un verano pasado. La comida nos proporciona consuelo emocional. Se asocian con la felicidad al aumentar los niveles de serotonina, un neurotransmisor que contribuye a la sensación de bienestar, pero el consumo excesivo de alimentos ricos en grasas y azúcares puede provocar letargo y malestar.
Además de evocar recuerdos, la comida también puede influir en nuestro estado de ánimo. El sabor del helado de vainilla puede recordarte el verano de tu infancia. Alimentos como el chocolate, los plátanos y las nueces contienen compuestos que pueden influir positivamente en nuestro estado de ánimo, mientras que otros alimentos, como el azúcar y la cafeína, pueden desencadenar respuestas emocionales negativas cuando se consumen en exceso. Los alimentos ricos en magnesio, como las nueces y las semillas, pueden ayudar a aliviar el estrés.
Comer juntos ha sido parte integral de la sociedad humana desde tiempos inmemoriales, sirviendo como una oportunidad para compartir y fortalecer los vínculos sociales. Los alimentos que se consumen durante estas ocasiones sociales suelen estar cargados de significado y pueden evocar emociones de pertenencia, amor y gratitud.
El mundo de la gastronomía ha aprovechado esta conexión emocional con la comida para crear experiencias culinarias que van más allá de simplemente satisfacer la necesidad física de comer. Los cooks modernos buscan activamente evocar emociones a través de sus platos, utilizando colores, olores, sabores y texturas para contar una historia y evocar una respuesta emocional.
En definitiva, la comida y las emociones están intrínsecamente ligadas de forma compleja y multifacética. Si bien, en un nivel básico, nuestra relación con la comida está dictada por la necesidad de sobrevivir, en un nivel más profundo, la comida tiene el poder de evocar una variedad de emociones e influir en nuestro estado de ánimo. Esta compleja relación entre comida y emociones es un reflejo de nuestra evolución como especie y nuestra capacidad para encontrar significado y conexión en los aspectos más mundanos de la vida.